jueves, 10 de junio de 2010

Montar La Celestina

Montar La Celestina, montar nata, un numerito, un espectáculo, un escándalo… La Tragi-comedia de Calisto y Melibea de Fernando de Rojas lo tiene todo: nata es el preciosismo de algunos de sus parlamentos, numeritos no faltan, un espectáculo por supuesto y un escándalo ¿qué duda cabe? Siendo el mayor, tal vez, similar al que causó casi 4 siglos más tarde Madame Bovary. ¿Qué audacia es ésta de querer hacer “literatura” con una historia y personajes tan poco “literarios”. A fines del siglo XV, a mediados del XIX, Celestina y Emma son la piedra de la banalidad tirada en el charco donde abundan los personajes heróicos, excepcionales, envueltos en aventuras a cual más maravillosa, extraordinaria, sorprendente, terrorífica, horrible y un largo etc. de superlativos.

Literartura escribí más arriba y corregí. Y ahora, corrijo la corrección, entiendo que había escrito lo que realmente pienso. Hartura y mucha.

Sí, que me hartan los héroes. Y las heroínas también. Son solemnes, pedantes, ampulosos. Moralistas. Previsibles. Aburridos.

 

Cuando le propuse a Magali montar La Celestina, le avisé que era una locura la que yo quería hacer ya que quería montar el texto íntegro: 10 horas. Bueno dijo, veamos.

Empezamos por leer, para Magali, era la primera vez. Al cabo de esa primera lectura, dijo: en realidad, este texto es como los que tú escribes, María. Yo: ¿¿¿??? Sí, prosiguió Magali, porque no hay acción, mejor dicho, la acción está en el propio texto. Entonces, comprendí el por qué de mi empeño en montar este texto en su integralidad. Porque, Magali lleva razón: la intriga de La Celestina o Tragi-comedia de Calisto y Melibea es absolutamente insulsa. El gusto, la fascinación, el interés está en la materia misma del texto. Un texto, desde luego, multidireccional, polifacético, nada naturalista, apabullante, generoso, fantaseoso, delirante, exasperante, desbocado. Y su coherencia está en esta profusión. Podarlo no puede resultar sino en mutilación, en su desfiguración.