Elogio de la lentitud.
Me duele el culo. Cinco horas sentada en el suelo de dura piedra de la Puerta del Sol. Además hace frio, el aire cargado de agua, el dolor de la humedad zarandea mi brazo izquierdo.La asamblea esta noche dirime la cuestión que ocupa los acampados desde hace más de una semana. ¿Quedarse o irse? Y, de irse ¿cuándo?
En torno a esta cuestión, por cierto de calado, se juega otra: ¿sabrá, podrá esta asamblea, una vez más, sortear la impaciencia, el cansancio? Por supuesto, al cabo de dos horas largas de debate, empiezan a aflorar crispaciones, algunas voces que claman por que se tome una decisión a la mayoría, que piden una votación. Caen en saco roto. Caen, simplemente, no hay caso.
Y no se mueve nadie. Continuamos. ¿Debate? No, un pensar entre todos que poco a poco se abre camino. Lentamente, sin estridencias. Es fascinante.
El artículo que le dedica EL PAIS no ¿puede?, ¿quiere?, ¿sabe? utilizar sino el lenguaje del enfrentamiento, del eterno duelo entre dos posturas encontradas con necesario vencimiento de la una por la otra. Interesante. No es ésta mi percepción, en absoluto. De ser así, la asamblea hubiese durado una hora, como mucho, y se hubiese terminado por una votación. Y ya está. El Movimiento dejaba de ser lo que es, lo que quiere ser, lo que busca ser, lo que se ha planteado llegar a ser, lo que aprende a ser: un Movimiento, no un partido.
La cuestión planteada, irse o no, y de sí, cúando, no es baladí, por supuesto.
Pero, a mi modo de ver, mucho más importante es el “cómo” resolverla. Ésta y todas las cuestiones. No a la dramatización del duelo, a la excitación de la victoria, a la frustración de la derrota. El rechazo a las matrices de comportamiento dominantes, las que rigen todas nuestras representaciones, desde las más ínfimas y domésticas hasta las más solemnes y opulentas, copiosamente esponsorisadas y/o subvencionadas, es claro, decidido. Y es un camino.
Curiosamente ¿pero tan curioso es?, es el aspecto menos comentado, por no decir decididamente ignorado.
Tal vez porque allí se encuentra la fuerza real, insoslayable del movimiento.
Cuestión de forma.
Pienso en Brecht que insistía en que no podía ser que las formas de las representaciones del socialismo soviético estuviesen tan parecidas a las del nacionalsocialismo. Esto para él era la prueba más clara que algo andaba mal en la URSS. Es también la uniformidad de las producciones hollywoodianas, siempre la misma, el duelo, el conflicto dramatizado y dramatizante, que le exasperaba durante su exilio en USA .
Pienso en Vilar que nunca quiso que le llamaran director de escena. Él se autodenominaba _y así figurababa en los programas de mano de las producciones del TNP_ , régisseur, regidor. Y eso, no por modesto. No era una postura moral sino la afirmación de un concepto.