martes, 29 de octubre de 2013

UNA PROSA ES UNA PROSA ES UNA PROSA

UNA PROSA ES UNA PROSA ES UNA PROSA

A propósito de Ida Ida Ida, un montaje de María Lourties a partir de un texto de Gertrude Stein

Carlo Frabetti



    Se levanta el telón y vemos a una mujer sentada que dice un texto de Gertrude Stein en versión trilingüe. ¿Qué película es?
    La respuesta a esta adivinanza solo se puede averiguar -o vislumbrar- asistiendo al sorprendente montaje de María Lourties Ida Ida Ida; un espectador que, como yo, intente transmitir mediante meras palabras lo que presenció, solo puede dar algunas pistas y plantear nuevos acertijos. Lo cual no deja de ser paradójico, pues, a primera vista, el montaje de Lourties se compone de meras palabras dichas por una mujer -ella misma- que no se mueve de una silla, por lo que no debería ser difícil describir verbalmente un trabajo esencialmente verbal. Pero las palabras son dichas de una manera que a menudo linda con el recitado, la salmodia o la canción. Y no es del todo cierto que la intérprete no se mueva de la silla: sería más exacto decir que no se levanta, pues su rostro y su cuerpo vibran con la declamación del texto, que a veces acompasa con el pie, marcando el ritmo como un músico, pues música es también su recitado (re-citar: volver a citar), que empieza así: 

There was a baby born named Ida
Había nacido un bebé de nombre Ida
Un bébé était né appelé Ida
Its mother
Su madre
Sa mère
Held her with her hands to keep Ida from being born
Avait fait tout ce qu’elle pouvait pour la retenir
But when the time came Ida came
Mais voilà le temps venu Ida était là
And as Ida came with her came her twin
Avec elle vint sa jumelle
So there she was Ida-Ida

    Ida-Ida es Ida. Una (p)rosa es una (p)rosa es una (p)rosa. ¿Pura tautología, trivial ejercicio de obviedad? Sobre su verso más famoso, convertido en cita polivalente,  A rose is a rose is a rose (que, por cierto, empezó siendo una alusión a una mujer: Rose is a rose…), la propia Gertrude Stein dijo: “No soy tonta. Sé que en la vida cotidiana no solemos decir esto es esto es esto. No soy tonta, y pienso que con ese verso la rosa se hizo roja por primera vez en la historia de la poesía en inglés en cientos de años”.
    Como la rosa-rosa-rosa (que, como diría Borges, quiere ser la rosa), en el montaje de María Lourties la Ida de Gertrude Stein se triplica, y no solo lingüísticamente. En primer lugar, el trilingüismo del recitado, que a primera vista podría parecer caprichoso, remite al poliglotismo y la transculturalidad de Stein y de la propia Lourties, y se convierte en un eficaz instrumento dramático. Pero, además, el texto transita con toda naturalidad por el territorio de la música y se encarna en un contenido ejercicio de expresividad facial y corporal, que convierte una actuación casi inmóvil en una experiencia teatral de la mayor intensidad. El verbo se hace carne. Y viceversa.
    Se cuenta que, en su lecho de muerte, Gertrude Stein le preguntó a Alice Toklas, su compañera de toda una vida: “¿Cuál es la respuesta?”. Y al no obtener contestación dijo: “Entonces, ¿cuál es la pregunta?”. Y esa circularidad -o esencialidad- presente hasta el final en la obra y la vida de Gertrud Stein es también el eje de rotación del montaje de María Lourties, del que lo mejor -y lo más significativo- que se puede decir es que sin duda habría encantado a la propia autora del texto tanto como nos encantó (en ambos sentidos del término) a quienes tuvimos el privilegio de presenciarlo.

    La pregunta es la pregunta es la pregunta…