Tarde preciosa y
fria. Luz extrañana, dorada, que fltra a través de nubes color
acero. Viento helado.
Me siento algo
tristona. Tal vez esté cansadita, mal dormida, sueños que no
alcanzan a pesadillas pero sí pegajosos, desagradables, cierto
desasosiego. Me desperté temprano, 5h30 y me quedé viendo amanecer
gris, nublado, frio.
Salí hacer compras
con Lucía. Al primer super que fuimos, nos topamos con una cola que
amenazaba durar una buena hora. Gente alineada, de una en una,
guardando la distancia de rigor de 1 metro, con mascarilla. Insólito.
Cambio drástico de comportamiento en una ciudad donde la tendencia
es a agolparse, pegarse los unos a los otros. Los quiteños se están
haciendo japoneses a la velocidad del rayo.
Nos fuimos a otro,
ninguna cola ni para entrar ni a las cajas. ¿Será cuestión de
clase? El primero más popular, el segundo más clase media… Gel
desinfectante al entrar, luego repartido en muchas partes, todo el
mundo, o casi, con mascarilla. Empleados todos con guantes de goma y
mascarillas. Poca gente.
La ciudad vacía,
poquísimo tráfico. Años 40 o 50 tal vez, años del inicio del
automovil.
El gatito que tenía
instalado en la garganta como dicen los franceses, que sólo me
abandonó cuando nos fuimos al Perú e, incluso, a Ciudad de México,
se ha ido por completo. Es increible cómo ha cambiado el aire en
Quito: en una semana, ya se respira estupendamente, lo que había
sido absolutamente imposible hasta ahora.
La alcadesa de
Guayaquil, de un día para otro, anuncia que está contaminada por el
covid 19. Reacción de Coca y Lucia, cada una por su lado y sin
haberse consultado. “Qué me lo voy a creer ! Miente alevosamente.
Es lo único que encontró para que le tengan pena y para poder
evadir cualquier entrevista, cualquier necesidad de dar explicaciones
de su comportamiento absolutamente necio, impresentable.” De hecho,
parece que va a tener problemas. A nivel nacional e internacional. No
es para menos.
Ya ha caido la
noche. Es hora de ponerse a escuchar algo de música. Mozart es el
preferido. Sólo me da pena no poderle decir cuanto le quiero y
agradezco.